La guerra de cada uno.
Hace tiempo que llevo pensando que nos hemos acostumbrado y creo que de mala manera a dedicar demasiado tiempo a algunos medios de comunicación.
Llegamos a casa y después de un día largo e intenso lo único que buscamos es descansar. Sin tener más intensión que la de desconectar. Pulsamos el botón que enciende la televisión y nos dejamos caer en el sillón.
Son horas puntas, horas en las que todo el mundo, está en casa. De unos minutos a otros la casa, nuestra cabeza, el ambiente, se empieza a llenar de tragedias, políticos acusados de incorruptos, robos, maltratos... Y raro el día que conseguimos apagar la televisión pensando...el país va bien o tal vez, con la ilusión de hacer algo por cambiarlo.
Sin darnos cuenta solo dejamos paso a negativas que al fin y al cabo nos hacen creer que lo que vemos es lo normal.
Nos llevamos las manos a la cabeza y vemos que a tan solo unos pocos kilómetros se estén cometiendo injusticias sociales y políticas. Salimos a la calle y ya ni siquiera miramos de manera confiada, pero bueno... es normal, yo no puedo hacer nada, pensamos.
Hasta que esa tragedia nos llega de manera cercana y nos extrañamos, nos desconcertamos y no sabemos como encajar semejantes sucesos en nuestras vidas, sin darnos cuenta de que las cosas no pasan por casualidad, no suceden de la noche a la mañana.
Y al fin y al cabo, posiblemente hallamos sido nosotros los que hemos ido alimentando nuestra cabeza de esos noticias, hechos, tragedias, que han ido bañándola, hasta que nos han llevado a obrar así.
La pregunta sería ¿y que hacemos? .Y la respuesta no es apagar el televisor o no salir de casa, la respuesta esta mucho más cerca. La respuesta es una honda expansiva, que sí, está en nuestra mano y empieza en uno mismo. En no ver como normal, lo anormal y en hacer ver que las guerras, los conflictos empiezan en el interior de cada uno.
Porque ¿cuantas veces las guerras han sido motivo de envidias y rencores que se fueron alimentando porque no supimos perdonar y pasar página? ¿Cuantas veces en lugar de poner las cartas sobre la mesa, hemos elegido devolver mal con mal?.
De esta manera seguro que podemos mirar lo que nos rodea con otros ojos, y llegar a la conclusión de que de nosotros depende más de lo que creemos. Y que no hay motivo para juzgar a los que se equivocan, ni motivo para sembrar rencor, odio etc, en nuestra vida.
Llegamos a casa y después de un día largo e intenso lo único que buscamos es descansar. Sin tener más intensión que la de desconectar. Pulsamos el botón que enciende la televisión y nos dejamos caer en el sillón.
Son horas puntas, horas en las que todo el mundo, está en casa. De unos minutos a otros la casa, nuestra cabeza, el ambiente, se empieza a llenar de tragedias, políticos acusados de incorruptos, robos, maltratos... Y raro el día que conseguimos apagar la televisión pensando...el país va bien o tal vez, con la ilusión de hacer algo por cambiarlo.
Sin darnos cuenta solo dejamos paso a negativas que al fin y al cabo nos hacen creer que lo que vemos es lo normal.
Nos llevamos las manos a la cabeza y vemos que a tan solo unos pocos kilómetros se estén cometiendo injusticias sociales y políticas. Salimos a la calle y ya ni siquiera miramos de manera confiada, pero bueno... es normal, yo no puedo hacer nada, pensamos.
Hasta que esa tragedia nos llega de manera cercana y nos extrañamos, nos desconcertamos y no sabemos como encajar semejantes sucesos en nuestras vidas, sin darnos cuenta de que las cosas no pasan por casualidad, no suceden de la noche a la mañana.
Y al fin y al cabo, posiblemente hallamos sido nosotros los que hemos ido alimentando nuestra cabeza de esos noticias, hechos, tragedias, que han ido bañándola, hasta que nos han llevado a obrar así.
La pregunta sería ¿y que hacemos? .Y la respuesta no es apagar el televisor o no salir de casa, la respuesta esta mucho más cerca. La respuesta es una honda expansiva, que sí, está en nuestra mano y empieza en uno mismo. En no ver como normal, lo anormal y en hacer ver que las guerras, los conflictos empiezan en el interior de cada uno.
Porque ¿cuantas veces las guerras han sido motivo de envidias y rencores que se fueron alimentando porque no supimos perdonar y pasar página? ¿Cuantas veces en lugar de poner las cartas sobre la mesa, hemos elegido devolver mal con mal?.
De esta manera seguro que podemos mirar lo que nos rodea con otros ojos, y llegar a la conclusión de que de nosotros depende más de lo que creemos. Y que no hay motivo para juzgar a los que se equivocan, ni motivo para sembrar rencor, odio etc, en nuestra vida.
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