La historia de mi madre. #familia #madre #cariño

Me hubiera gustado conocerla antes.
Me hubiera  gustado haberla visto en esos tiempos, donde solo le hacía falta salir a la calle con su melena al viento, para saber que se iba a comer el mundo.
Todavía me la imagino cuando relata historias de aquellos años que ya se han convertido en recuerdos. La vida misma le llevó por unos ambientes mundanos que no terminaron de dejarle buen sabor de boca.
Las pandillas de amigos, las fiestas, música, vivir el momento, carpe diem, fueron dejando paso a una pregunta más profunda, ¿esto es lo que quiero para el resto de mi vida?.
Se dio cuenta de que el futuro se iba construyendo en el presente de cada día, y sus días no eran vividos con vistas a un futuro.

El humo de un cigarro y la última gota de alcohol de una botella fueron dejando atrás ese estilo de vida, dando paso a una nueva etapa en su vida. Llego ese momento que en definitiva a todos nos llega, llegó el momento de madurar y encontrar un porque distinto a su vida, mirando en los demás.

Aunque intentó sacar una versión distinta de sí misma, nunca pudo ocultar la sencillez y dulzura que la define. En definitiva, los ambientes que nos rodean, son los que nos hacen actuar de una manera u otra.
Aunque en el fondo siga vivo el rebelde que todos levamos dentro, tuvo que dejarlo escondido porque se encontró con la gran tarea de formar una familia. Siendo ella  la valiente que tendría que decidir en que tipo de rebeldes convertir a sus hijos.

Y entonces fue ella la que me enseñó a ser rebelde, me enseñó a no tener miedo a salir a ese mundo desconocido que me rodeaba, ella me dio desde el primer momento alimento y calor, que no todo el mundo encuentra en brazos de una madre. Ella me enseño a saber mirar, a saltar, caer y levantarme en los obstáculos de la vida. Me enseñó a no guardar mi libertad solo para mí, ni a guardarla para hacer lo que quisiera, porque uno obtiene más cuando da.
Dejó que eligiera, que fuese configurando mi vida, aunque había veces que me dejaba caminar sola, o al menos eso pensaba, para que esos errores, esas caídas me hicieran fuerte.




Sé que hay muchos detalles que me dejó en el aire y que fui apreciando cuando la familia creció hace unos años. Entonces, no tuve más opción que mirar y dejarme admirar por lo que es el cariño de una madre, cosa que no apreciamos hasta que lo vemos desde fuera, o hasta que nos llega la hora de partir del hogar donde nos criamos y entonces, vemos que nuestra vida sería otra distinta sin ese cariño.

Con esto no quiero decir que tenga una buena familia, la mejor. Simplemente que no es la primera vez que miro a mi alrededor y veo como a los hijos nos faltan palabras de agradecimiento. Nos limitamos a exigir y pedir, sin pensar que ahora nos toca ir dando ese cariño y paciencia que pusieron en nosotros.

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