Viajeros de paso
Tal vez entre el chico del asiento de al lado del tren y yo apenas halla diferencias. Lee un libro, a ratos duerme y mira el móvil.
Contemplo el paisaje mientras pienso. El cristal que separa el vagón del exterior no es tan grueso como pensaba, ya que mi imaginación lo atraviesa sin problema y consigue ir más allá.
Nos acostumbramos a viajar, a ir de un lugar a otro, con prisas, ajetreados, pensando en lo próximo que haré, en contratiempos ...
La megafonía rompe con todos esos pensamiento y me devuelve a otra realidad diferente, la del interior del tren.
-Próxima estación...
Me encuentro en mi ciudad natal, esa ciudad que ahora se a convertido en un lugar de paso y con la que me conformo con escuchar por la megafonía en estos momentos.
Todavía recuerdo el contraste del calor de verano y el fresquito que se sentía al entrar en la estación del tren.
Hace unos años, de pequeña, entraba corriendo y mi mirada se fijaba en las vías del tren mientras me agarraba de puntillas a la barandilla. Agitaba las manos, despidiendo a los pasajeros , algunos de paso, otros paisanos.
Pensaba que quedaba lejana la oportunidad de poder viajar en tren, de ir y venir por distintas ciudades. Y no pasaron muchos años más, porque el tiempo se acelero y ahora soy yo una de esos viajeros de paso.
El chico de mi lado baja en esa estación. Vuelvo a escuchar el pitido del tren a punto de cerrar sus puertas, una chica ocupa de nuevo el asiento. En su mirada refleja algo más que una sonrisa, buscando a alguien a través del cristal. Tiene los ojos acompañados de lágrimas.
Busco que mira y veo como unos niños de puntillas, agarran la barandilla y agitan sus manos diciendo adiós.
Contemplo el paisaje mientras pienso. El cristal que separa el vagón del exterior no es tan grueso como pensaba, ya que mi imaginación lo atraviesa sin problema y consigue ir más allá.
Nos acostumbramos a viajar, a ir de un lugar a otro, con prisas, ajetreados, pensando en lo próximo que haré, en contratiempos ...
La megafonía rompe con todos esos pensamiento y me devuelve a otra realidad diferente, la del interior del tren.
-Próxima estación...
Me encuentro en mi ciudad natal, esa ciudad que ahora se a convertido en un lugar de paso y con la que me conformo con escuchar por la megafonía en estos momentos.
Todavía recuerdo el contraste del calor de verano y el fresquito que se sentía al entrar en la estación del tren.
Hace unos años, de pequeña, entraba corriendo y mi mirada se fijaba en las vías del tren mientras me agarraba de puntillas a la barandilla. Agitaba las manos, despidiendo a los pasajeros , algunos de paso, otros paisanos.
Pensaba que quedaba lejana la oportunidad de poder viajar en tren, de ir y venir por distintas ciudades. Y no pasaron muchos años más, porque el tiempo se acelero y ahora soy yo una de esos viajeros de paso.
El chico de mi lado baja en esa estación. Vuelvo a escuchar el pitido del tren a punto de cerrar sus puertas, una chica ocupa de nuevo el asiento. En su mirada refleja algo más que una sonrisa, buscando a alguien a través del cristal. Tiene los ojos acompañados de lágrimas.
Busco que mira y veo como unos niños de puntillas, agarran la barandilla y agitan sus manos diciendo adiós.
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