Protagonistas de una novela. Despertar de la Señorita Prim II

Hay situaciones difíciles de explicar, pero no por eso menos reales.
A veces no encontramos palabras para definirnos, y sin embargo a través de personajes o al hilo de simples historias, parecemos sentirnos reflejados, como si esas letras fuesen para nosotros, como si el personaje hubiera cobrado vida.  En definitiva, todos tenemos sentimientos, pasiones que tendremos que conducir a lo largo de nuestra vida, para no sentirnos marionetas o miseros esclavos de ellas, o del ambiente que nos rodea.
Podríamos asemejar nuestras vidas a novelas de aventuras, depende de los personajes que salgan a escena o de como sea el porte el protagonista principal, pero se quedarían pobres si solo nos conformásemos con interpretar un papel, con ceñirnos a un guión, la vida es mucho más, aunque las prisas, las cosas de cada día, nos suelen cegar, dando por hecho que los finales felices solo ocurren en los libros, donde los personajes, si son marionetas de un autor. 
Pero hay finales,más de los que creemos, que depende de nosotros; preguntas acertadas, detalles insignificantes pero necesarios, contestaciones prudentes, favores a cambio de nada... no hay que estar de viernes para nada de esto.

Os dejo al hilo de una conversación en la que me sentí protagonista y de la cual aprendí un poco más sobre lo esencial pero invisible a los ojos de las cosas que nos rodean.


-No crea que fue algo inmediato, las cosas en la vida real rara vez son inmediatas. Pasé muchas semanas sin verle, muchas, hasta que un día me levanté y me di cuenta de que en mi vida faltaba algo aparentemente minúsculo que tenía una importancia enorme. Faltaba aquel café, faltaba las charlas y paseos, faltaban aquellos agradables encuentros por la tarde. Le parecerá una tontería, pero no sabe usted lo importantes que son las pequeñas cosas cuando uno se va haciendo mayor.

La señorita Prim bebió un sorbo de su té y se acomodó en el sillón de la trastienda. Ella también creía en el valor de las pequeñas cosas. En el primer café de la mañana bebido en su taza de Limoges. La luz del sol cuando se filtraba a través de las contraventanas de su cuarto y dibujaba sombras en su piso. Las lecturas de verano interrumpidas por la siesta. La expresión de los ojos de los niños cuando cuentan algo que acaban de aprender. Las cosas pequeñas construían las grandes, desde luego, que lo hacían. Y de pronto, no supo muy bien por qué, pensó en el starest, Ambrosio y las pavas.

-Es como una novela de detectives, Prudencia, exactamente así; decía en aquel momento la florista.
- ¿A que se refiere?- respondió la bibliotecaria.

-Al amor, me refiero al amor. Ya existe, no lo dude usted. Solo debe descubrir dónde está, seguir el rastro, investigar. Exactamente como hace un detective.



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