En la habitación de al lado.
Nos empeñamos en querer buscar sentido
a la vida, en encontrar respuestas a los interrogantes que todos tenemos, buscamos encontrar un porque que dé sentido a todo, y al final, sin darnos cuenta, es el
día a día quién se encarga de colocar todo en su lugar.
Celebramos la vida, llenamos de fiesta
todos esos momentos que ponen de manifiesto que la vida es más que un vivir,
celebramos el nacimiento, celebramos los logros, los triunfos… hechos que en
definitiva nos hacen ser conscientes de que estamos llenos de vida, de que
nuestra vida tiene un sentido, que nos toca descubrir a cada uno.
Pero la cosa cambia de color cuando las
personas que nos rodean, llenas de luz, de vida, deciden apagarse, dejando
rastro. Todos por el hecho de ser personas vamos dejando rastro en la vida de
las personas que nos rodean.
Llevó algún tiempo intentando plasmar con
palabras el sentimiento, la nostalgia que todos hemos sentido alguna vez cuando
vemos que luces que alumbraban nuestro camino se apagan, cuando vemos que las
personas que forman parte de nuestra historia deciden marcharse, y no me
refiero simplemente a un cambio de lugar físico, esto va más allá.
Entre tantas idas y venidas, entre tantos
tachones y falsillas que voy ocupando en busca de las palabras más convincentes
al final es un libro el que me ha dado esa chispa de inspiración que necesitaba.
Silvia Laforet, a través de un pequeña
historia, dedicada a los que están en la habitación de al lado, nos acerca ese
mundo que creemos desconocido y que no sabemos aceptar de una manera diferente,
amena y llena de esperanza, ya que la muerte no es el final.
“La
muerte no es nada, solo he pasado a la habitación de al lado. Lo que somos unos
para los otros seguiremos siéndolos. Dadme el nombre que siempre me habéis
dado. Hablad de mí como siempre lo habéis hecho. No uséis un todo diferente. No
toméis un aire solemne y triste. Seguid riendo de lo que nos hace reír juntos.
Rezad, sonreíd, pensad en mí…
La vida al fin y al cabo se condensa en tres
momentos, ayer, hoy y mañana.
El ayer puede ser grueso y pesado, el hoy puede
parecer a veces interminable y el mañana, como todo futuro, incierto, soñador e
impreciso.
Al final la vida de cada uno está formada por
decisiones y elecciones que vamos tomando en el momento presente y que formarán
parte del pasado y salpicarán los momentos futuros.
La sociedad de nuestros días nos invita a vivir
de manera rápida y muchas veces a actuar sin pensar, pero uno es el que decide la última palabra y elige si quiere vivir
solo para el hoy o vivir cada segundo como si fuésemos a vivir para siempre.
Lo
importante no es lo que te pasa, sino lo que te queda dentro de aquello que te
pasó.
Queremos
tejer con hilos fuertes la trama de esta brillante telaraña en la que estamos
todos, con nuestras pequeñas vidas y grandes esperanzas. Y celebrar que,
después de tantos caminos recorridos a tientas, cuando menos te lo esperas, se
enciende la luz.
Estas son algunas de las palabras que dejan
paso a esa historia narrada en primera persona del libro La habitación de al
lado, que os recomiendo vivamente. Es bueno hacer una pausa para saborear más
de cerca esos momentos que parecen grises y que sin embargo son momentos llenos
de luz y de color.
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