Cartas al cielo #vivir #despedirse #conquistarelcielo
Hay
momentos delicados. Cuando encuentres uno de ellos, agárralo y guárdalo no para esconderlo sino para que te haga mejor persona.
La primera respiración al nacer, el primer
abrazo a un ser querido, el primer beso cuando eres niño, la mirada
de complicidad con la persona amada, un reencuentro, una despedida y
un último suspiro.
Los
días pasan rápido y almacenamos muchísimos momentos, instantes
que al final forman los recuerdos. No vivimos solos, podemos
sentirnos solos pero cada uno de esos momentos esta lleno de
encuentros con personas que dejan huella en cada uno de nosotros.
No
todos dejamos la misma huella y esas huellas son más profundas
cuando hablamos de personas cercanas, queridas e inolvidables.
No pierdas la sensibilidad por las cosas importantes de la vida. |
La
última vez que la vi aún era una niña, me pasé la tarde jugando
con su hija sin pensar en que algún día nos tocaría también
hacernos mayores.
Un
año, otro año y las prisas de vivir hizo que ese barrio fuese
espectador de un reencuentro. Después de casi ocho años nos
volvimos a ver, tal vez los minutos se nos quedaron escasos, pero
suficientes para dejar entrever que los amigos de la infancia duran.
En
esa tarde me encontré con ella, su madre, aún joven, alegre y algo
cansada por su enfermedad. Durante un instante volví atrás en el
tiempo, volví a sentirme una niña, esa niña que alguna tarde que
otra solo pensaba en jugar y hacer las tareas.
Son
muchas las veces que nos preguntamos el porque de las cosas, y en los
momentos delicados, las preguntas aprietan cada pompa hasta quitar
encanto a la realidad. No podemos vivir rodeados de burbujas, de
sueños y situaciones idealistas, pero tampoco podemos olvidar que
todos estamos de paso y que merece la pena almacenar recuerdos y
sueños para alimentar nuestros días.
Cuando
las estrellas brillan es porque tienen algo que decir. Nos dan
esperanza, nos dejan pedir deseos, imaginar figuras, mirar lo que hay
detrás de ellas...
Al
mirar las estrellas, nos olvidamos que en cada una de ellas están
todas esas personas queridas que forman parte de nuestros recuerdos y
que nunca se van.
A
la mañana siguiente la luz del día intentará esconderlas, pero
siguen ahí y más brillantes que nunca, para echarnos una mano, para
alumbrar el camino cuando parezca oscuro, para no sentirnos nunca
solas y para reír o llorar si hace falta, en cualquier momento.
Me
gustaría escribirle una carta, pero no se como se mandan cartas al
cielo.
Me gustaría darles las gracias porque ha pasado por este
mundo dejando huella, y no todos los consiguen. Quisiera felicitarla
porque no todos saben sonreír cuando la enfermedad llega sin avisar,
y ella esa tarde me sonrió como lo hacía cuando eramos niñas.
Me
hubiera gustado volver a coincidir con ella para fumarnos un último
cigarro en el porche y para reírnos a pesar de lo difícil que
nos lo ponga la vida, porque de sobra sabemos que en esta vida nada se
consigue sin esfuerzo.
Y
ahora recuerda que esta estrella es especial, te ha cuidado y te
cuidará siempre. Los ángeles no se olvidan de sus angelitos tan
fácilmente.
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