¿Por qué guardamos recuerdos? #recuerdos #recordar #vivir
Al
igual que los trenes adquieren velocidad poco a poco, los recuerdos
también se acumulan despacio.
Vivimos
en presente aunque la cabeza se empeñe en naufragar por las historia
ya vividas o aún por vivir.
El
tren va cogiendo velocidad, desdibuja el paisaje, pero sigue estando
ahí.
Los
recuerdos parecen borrarse pero no se olvidan, dejan huella, y a
veces pagaría para que volviesen a cobrar vida.
Las
personas, los momentos dejan huellas, las palabras no son simples
fonemas, calan y forjan esa sinfonía, esa música que la imaginación
se empeña en revivir para dar emoción a lo que vivimos.
Me
acerqué a la estantería donde solía guardar libretas, papeles,
pequeños regalos... Hace unos años lo que en esa tarde reconocí
como basura, me había sido de gran utilidad. Mientras seguía oyendo
a mi hermano de fondo empecé a sacar uno a uno esos papeles. Los leí
por encima y los fui tirando.
¿Por
qué nos gusta acumular papeles y tanto recuerdos?, ¿Y por qué nos
cuesta tanto deshacernos de ellos?
Son
varias las ciudades donde he vivido y después de hacer muchas cajas
y maletas siempre me acabo preguntando, ¿ y los recuerdos, donde los
guardo?
Sin
duda lo que más me ha costado al cambiar de lugar es dejar atrás
todos los escenarios y a las personas que han protagonizado el
pequeño guión de esa etapa.
Pero
al final, las prisas por coger el tren con el próximo destino no me
han dejado dar respuesta a muchas de estas preguntas.
Lo
único que saqué en consecuencia es que el viaje resulta más cómodo
cuando el equipaje es ligero. No sirve de mucho vivir cargado de
recuerdos, regalos, y montañas de fotos, si de verdad todo eso no se
ha quedado grabado en el interior. Todo deja huella.
No
es fácil tirar los recuerdos a la basura, no es fácil colocar una
foto en ese marco donde siempre estuvo la foto de siempre. Estamos
vivos, tenemos vida, y al final lo único que queda son todos esos
momentos vividos; como los hemos vivido y el impacto que han dejado.
Cierro
la tablet y me detengo a mirar por la ventana del tren. Hay momentos
que solo tienen sentido cuando el tiempo los premia y se empiezan a
llamar recuerdos.
Entonces
es cuando te das cuenta de que a veces los recuerdos nos hacen cobrar
fuerza, nos dibujan una sonrisa o incluso nos hacen derramar alguna
lágrima y gracias a ellos seguimos vivos.
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