Desempolvar recuerdos con sabor a piñones. #relatos #campo #familia #cocinar


Entre risas y carcajadas pasaban desapercibidas las peleas cuando íbamos al campo cada fin de semana.
Con papa y mama a la cabeza, recorríamos senderos que nos hacían creer que estábamos sumergidos en bosques de cuento. Mientras ellos hablaban de sus cosas, mis hermanas y yo dejábamos rienda suelta a nuestra imaginación para sacar partido a esos días que tanto ansiábamos.

El propósito de aquellos paseos camperos, no era nada más que ir a buscar un de paz e intimidad familiar después de una semana intensa corriendo de aquí para allá.


Siempre recordaré las épocas del año en las que cogíamos castañas, pasábamos de ser niñas a convertirnos en auténticas rastreadoras. Y mejor aún, los días donde los grandes piñares dejaban a sus pies piñas llenas de piñones. Conseguir piñones, coger una buena piedra y machacar el piñón con cuidado, era algo que solo mi padre dominaba.


Rodeada de esos recuerdos me resulta imposible ir por los pasillos del supermercado y no trasladarme a esos días de campo al encontrarme con ciertos productos. También me resulta insípido, comerme un puñado de piñones de esos que ya vienen pelados, después de haber pasado horas y horas pelando cientos de ellos.

Son simples recuerdos que cada día me dan vida, y dan vida a muchos de esos platos y pasteles que a menudo tengo que elaborar.
Cocinar es un arte, sí, pero quizás el arte de la cocina esté en poner a cada plato el sabor que te hace desempolvar recuerdos.


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