El sabor del te. #verano #relatos #reencuentros


Mientras regresaba a su casa, se preguntó si el té le volvería a saber como aquella tarde. Lo que algunos podrían haber considerado una simple agua teñida con hojas secas, para ellos había sido mucho más que un sabor y un aroma.


Sabía que para conseguir una buena taza de té, era necesario dejarlo reposar un largo rato, y así había hecho desde que aprendió a hacerlo.

Lo que había vivido esa tarde, también precisaba reposo, y no sólo en su cabeza sino en el recuerdo.



El tráfico, los semáforos y los anuncios de la radio le hicieron volver a la realidad. Una realidad que vivía de manera apasionada, pero que a veces entremezclaba con añoranzas.

El lugar donde había nacido, su escenario, el lugar donde estaban sus raíces, era diferente.


Al llegar a su destino, volvió a observar en el teléfono móvil la foto que se habían sacado. Las fotografía siempre eran pobres reflejos de sus reencuentros, pero ahí estaban, archivadas en su galería. Él aparecía con su barba pelirroja y ella con la melena negra que le caracterizaba desde siempre.

 

Ese tarde intercambiaron muchas más que experiencias profesionales. Recordaron sus días de niños en Asturias, donde el olor a campo y los veranos con sus amigos, fueron motivo para no parar de contar anécdotas. Consiguieron reconstruir el sentido de una amistad que creían haber perdido con el paso del tiempo.



Sin dejar de mirar la foto, observó el brillo de los ojos y las sonrisas, para entender que la amistad adquiere sabor y aroma cuando madura con los años. Quizás fue en ese momento cuando volvió a entender porque le gustaba el té. Pero dudó que pudiera volver a tomar té como el que habían tomado esa tarde. El sabor tenía algo diferente.

Una vez más, se dio cuenta de que las cosas necesitan reposar y pudo comprobar que todo, y mucho más las personas, dejan poso por donde pasan.

 
Las prisas, el trabajo, el día a día, le habían hecho madurar rápido. Pero esa tarde, cuando estuvo con él, volvió a encontrarse no solo con la amistad verdadera, sino con los recuerdos que le ayudaron a volver a andar, sin prisa, con tranquilidad, sabiendo que cada día era como esa taza de té, que necesita mucho más que agua hirviendo para tener sabor de verdad.

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