Exploradora de mi propio cuento

Cada vez estoy más convencida que no hay nada mejor que quedarse el fin de semana en casa. Lo de innovar e inventar no se nos da mal, así que nos pusimos manos a la obra. También os tengo que decir que todo lo que intentamos hacer por primera vez, no nos sale bien a la primera, pero con los churros, no tuvimos ningún problema. Desde siempre me han gustado los churros, me recuerdan a mi infancia, a esos domingos cuando iba con mi padre al puesto, a ese puesto tan genuino. Siempre había que esperar, pero era una espera agradable donde los hombres como casi siempre, comentaban cosas de fútbol y política mientras esperaban sus raciones de churros. El camino hasta llegar a casa se hacía larguísimo, porque había que esperar a que estuviéramos todos para empezar a comer churros. Mi madre después de probar algún churro empezaba regañarnos y a preocuparse de la limpieza de nuestras manos, al final, todos acabamos pringados de aceite. Estos y más recuerdos son los que hacen que

Aún es pequeño, pero hay momentos en los que dudo si lo sigue siendo. Tiene seis años, le encanta pintar, correr, reírse, jugar y no le gusta el chocolate. Su padre se ha convertido en el mejor espejo donde cada día se mira e intenta imitar. Este año ha comenzado un proyecto, que ya está llevando a cabo, el de poner su propio belén.   Y lo primero de todo, es mi hermano.

Como cada año ya ha empezado a poner su belén. Desde el sofá va divisando el escenario para esas figuritas que pasarán a ser protagonistas de una gran evento. Llegadas a estas fiestas, casi todos empezamos a decorar la casa, para crear un ambiente acogedor y familiar, que nos hace preparar esos días que son especiales. El árbol de navidad, las coronas navideñas en las puertas, el papa Noel… todo eso más o menos ya está montado, pero poner el belén? Lo de poner el belén no es fácil, podemos convertirlo en algo simbólico, ponerlo como cada año y dejar que adorne un hueco más del cuarto de estar o hacer de ese pequeño rincón nos transmita algo más.